Ejemplo de sencillez abnegada, de olvido de sí y de superación. Con una docilidad heroica, venció múltiples dificultades y ascendió con alegría la dura pendiente de la vida espiritual. Heroica en su conformidad absoluta al querer de Dios, consecuente hasta el fin a su generosa entrega. Esta Familia Espiritual es fruto de su maternidad virginal y fecunda. Ella era Josefina Serrano
Josefina Serrano fue una joven maestra que a los 20 años conoció al P. Rodrigo Molina, quien acababa de iniciar en el Cuzco (Perú), una Obra misional: Prodesa.
Un grupo de misioneros seglares, bautizados conscientes de su compromiso con Jesucristo, que comparten el ideal de que el Reino de Dios, en su doble vertiente natural y sobrenatural, se verifique en todas las actividades de la vida humana. Para ello los miembros trabajan primero por la propia santificación, y segundo, hacen de toda actividad laboral una plataforma para extender el Reino de Dios, especialmente entre los más pobres.
Josefina se incorpora a Prodesa y se convierte en el primer miembro de la Asociación al frente de la rama femenina. Fue la perfecta discípula que vivió secundando las iniciativas del P. Molina.
Fue ejemplo de sencillez abnegada, de olvido de sí. Heroica en su conformidad absoluta al Querer de Dios, consecuente hasta el fin a su generosa entrega. Esta Familia Espiritual es fruto de su maternidad virginal y fecunda.
José Cruz Vicente Letamendía y Rosa María Urra nacen en Pasajes de San Juan (Guipúzcoa, España) el 4 de junio de 1940 y el 27 de diciembre de 1943, respectivamente. Contraen matrimonio el 20 de enero de 1968. Poco antes conocen al Rvdo. P. Rodrigo Molina, que estaba comenzando su Obra misionera, y le prometen irse al Cuzco nada más casarse para consagrar ambos al unísono sus vidas al Señor al servicio de los más necesitados.
Sin saberlo, serán los primeros misioneros y los cimientos de la Obra del Padre. Su generosidad llena de alegría al Padre Molina. En José Cruz se da cuenta que ha encontrado a la persona que necesitaba. Él es muy inteligente. Posee grandes cualidades humanas y sobrenaturales. Rosa María lo secunda en todo.
Ya en Perú —llegaban el 10 de febrero de 1968— tendrán dos hijos, María de los Ángeles y Ricardo, y adoptarán una niña cuzqueña, Margarita.
José Cruz se gana la simpatía de todos por su gran bondad, su espíritu de responsabilidad y su tesón en el trabajo. Se entrega incondicionalmente a Jesús a través de esta Obra. Llega a un grado de unión e identificación con el Crucificado sorprendente. Mucho tiene que sufrir, pero mantiene su inquebrantable fidelidad.
El 21 de mayo de 1970 le escribía al P. Molina: “Reitero mi inquebrantable desprendimiento por la creación de esta Institución seglar religiosa y mi propósito de seguir aplicado hasta la lucha según el querer de Cristo”. Y el 1 de julio de este mismo año: “Tenemos que hacer algo extraordinario. Cristo no se pasó en mediocridades, sino todo lo contrario. Es de absoluta necesidad ser santos porque si no, es imposible hacer algo, pero también es imprescindible ser técnicos para impregnar los evangelios en la práctica. Si no hacemos esto, no cumplimos el mandato de Cristo”.
Con su llegada se da impulso al primer taller-escuela “Cristo Rey” para enseñar mecánica a algunos muchachos cuzqueños. Era el primer trabajo misionero de la Familia Espiritual del P. Molina en América. Hoy familias y actividades se han multiplicado abundantemente. Muchos matrimonios han seguido su ejemplo y viven consagrados en cuerpo y alma, junto con los sacerdotes y Hermanas, al servicio de los pobres. Es el fruto de aquella primera semilla que con su vida sembraron los Letamendía.
El 9 de agosto de 190, por misteriosos designios de la Providencia, José Cruz, su esposa y sus hijos, Mª de los Ángeles y Ricardo, fallecen en un accidente aéreo en el Cuzco cuando venían a España a buscar ayudas para los más necesitados.
“… En José Cruz se advertía manifiestamente el dedo del Espíritu Santo. Modelo de misionero seglar. Entregado incondicionalmente a Cristo… Muy fieles al Evangelio. Acá se hicieron amar. Han dejado huella… Lo mucho que hicieron por esta Obra el Señor se lo está premiando ahora por toda la eternidad. Aquel día, cuando volaban, creíamos que volaban para su patria chica, pero el Señor desvió su viaje para el cielo. ¡Bendito sea! Un ejemplo digno de imitar”. (De unas cartas del P. Molina)
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