Nació en Buenos Aires (Argentina) el 23 de febrero de 1957. Desde niña destacó por su corazón bondadoso, desprendido y maternal. Estudió con las hijas de María Auxiliadora y se graduó de maestra.
A los 24 años, en 1981, conoció al P. Rodrigo Molina, que estaba expandiendo su Obra por varios países de América. Cautivada por su espiritualidad, su fidelidad al Evangelio y su coherencia de vida, decidió responder a Jesús que la llamaba a entregarse a los más pobres.
En 1984 se trasladó a Cuzco, Perú, donde permaneció tres años en las misiones, ejerciendo la labor docente entre los campesinos. Enfermó de gravedad y no pudo continuar. Después de un año en Lima, fue destinada a España.
En septiembre de 1988 empezó una fecunda labor como Directora de la Casa de Formación Femenina, en Almonacid de Zorita y después en Trujillo, que desempeñaría a lo largo de treinta y tres años. Dirigió a las nuevas vocaciones, con acierto, ejemplaridad y prudencia.
La Madre se distinguió por su gran espíritu de fe, profunda oración, celo apostólico, entereza y mansedumbre, exquisita caridad, un enorme y generosísimo olvido de sí misma, y sobre todo por su gran rectitud, siempre pendiente de agradar a Dios. Era una Madre, espléndido faro de la Luz de Dios. Su maternidad se extendió a toda la Familia Espiritual del P. Molina, granjeándose la estima y el cariño de los miembros.
A la muerte de la Hna. Josefina Serrano, Cofundadora con el P. Molina, el 5 de octubre de 1999, la sucedió como Directora General, por voluntad expresa de ambos.
De carácter alegre, dulce y tierno, y a la vez, vehemente y sensible, humanamente era excepcional: muy inteligente, magnánima y valiente, ecuánime y ponderada, y con una fina psicología que le permitía captar enseguida el problema del otro. Todo el que se acercaba a la Madre salía como “un hijo” reconfortado.
Fueron muchas las pruebas que dio de su gran virtud… Se consideraba dichosa de sufrir por Cristo. “Alma víctima”, en palabras del mismo P. Molina. Dios armonizó en ella la paradoja de una enfermedad crónica, muy limitante, con una vida activa muy intensa. Desde su lecho de enferma no solo continuó obras apostólicas ya emprendidas, sino que amplió el campo de acción para la extensión del Reino de Dios.
Por su fidelidad al Evangelio y al carisma de sus Fundadores tuvo que sufrir persecución y calumnias, pero se mantuvo firme en defender la verdad, con una confianza ciega y serena. Cuando estaba de por medio la gloria de Dios, no se echaba atrás.
Santa María inundó su vida. Destacó por una irradiante devoción a su Inmaculado Corazón, al Santo Rosario y a Nuestra Señora del Encuentro con Dios.
En diciembre de 2020 viajó por última vez a América. Se sentía mal, pero quiso visitar a sus hijas. En marzo fue a Argentina y una neumonía bilateral obligó su ingreso hospitalario. Al día siguiente, antes de ser intubada dejó su último mensaje: “Mi Inmaculado Corazón triunfará”. Después de tres largas semanas, un fallo respiratorio puso fin a su preciosa vida, el jueves, 8 de abril de 2021, dentro de la Novena de la Divina Misericordia, en la misma octava de Pascua.
Fiel a la consigna de amar hasta dar la vida, este acto último y supremo de entrega, fue la consecuencia de una vida espiritual plena, a la que se preparó poco a poco, en la diaria adhesión a la Voluntad de Dios y el cumplimiento fiel de los Consejos Evangélicos.
Logró el gran anhelo de su alma: “Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15,13). montes nascetur ridiculus mus mauris. Purus faucibus ornare suspendisse sed.
Oración para la devoción privada
Por la señal. Acto de contrición.
Señor Jesús, que concediste a la Madre Mª Teresa gracias excepcionales para formar y dirigir a las almas hacia tu Amor, y la hiciste modelo vivo y radiante de fe, llena de sabiduría y celo por tu gloria, reflejo de la infinita misericordia de tu Corazón con los más débiles y necesitados, hasta dar la vida, ayúdanos a imitarla en su espíritu de fe, gratitud, confianza y amor a la cruz, a la Iglesia y a los pobres, de la mano de Santa María, Nuestra Señora del Encuentro con Dios.
Dígnate glorificar a la Madre Mª Teresa y alcánzanos por su intercesión, la gracia que te pedimos, si es para tu mayor gloria y bien de nuestras almas, por Cristo Nuestro Señor. Amén.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
De conformidad con los decretos del Papa Urbano VIII, declaramos que en nada se pretende prevenir el juicio de la autoridad eclesiástica, y que esta oración no tiene finalidad alguna de culto público.
Por favor, rogamos comunique las gracias recibidas a testimoniosmadre@gmail.com
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