Lugares donde estuvo el P. Molina

Asturias

Asturias, cuna de la Reconquista española, tierra de hombres grandes, recios, emprendedores, fue también la cuna del P. Rodrigo Molina. Tras la invasión musulmana del siglo VIII, Asturias fue el último reducto en el que, al amparo de la Virgen de Covadonga, pervivió el cristianismo y desde donde comenzó la reconquista de España. 

Que el P. Molina fuera asturiano no es casual. Su vida, su carácter, su trayectoria apostólica, estuvieron profundamente marcadas por la impronta con que Asturias ha forjado a su gente. Era serio, trabajador, tenaz, luchador. Un hombre de palabra. De una lealtad extraordinaria, incapaz de decir hoy sí y mañana no. Tenía la dignidad y la nobleza que tanto caracteriza el carácter asturiano. Hombre grande, de horizontes magníficos, como los horizontes que tantas veces admiró en esos años de la infancia y la adolescencia en los que se combinaban, de manera asombrosa, tierra, mar y cielo. El P. Molina debe mucho a Asturias y, ¿por qué no decirlo?, Asturias también debe mucho al P. Molina. Quien conoció al P. Molina, reconoce en él esa huella. 

Aquel marco natural, la cultura y la historia de su tierra asturiana, forjarían el apóstol, el profeta, el sacerdote apasionado de Dios y del hombre que fue el P. Molina. 

Murcia

Murcia, una región pequeña, encajada entre las llanuras manchegas, el levante valenciano y el sur andaluz, conserva un poco de las tres en sus vistas y tradiciones. Sus paisajes serranos, sus fértiles huertas y su litoral mediterráneo, plagado de hermosos acantilados, hacen de esta tierra un lugar encantador.

Aquí el P. Molina se desgastó sin cálculos en favor de los chicos pobres de la Huerta durante la década 1956-1966. Para ellos, que por no poder estudiar no aspiraban más que a trabajar como simples peones, levantó un colosal centro educativo en Alcantarilla con el fin de darles estudios superiores para que ellos mismos fueran agentes del desarrollo industrial en sus pueblos. Murcia fue una ciudad hecha a medida del P. Molina. Su carácter sencillo y humilde sintonizó muy bien con el no menos acogedor, abierto y franco de su gente. De ella guardó siempre muy gratos recuerdos. 

 

Perú

El P. Molina llegó a Perú el 4 de diciembre de 1966 para trabajar como secretario personal de Mons. Durand en el desarrollo del pueblo indígena.

Esta nación se levanta sobre la Cordillera de los Andes, un espectacular y prácticamente único sistema montañoso. Es una tierra de grandes montañas con picos nevados, ríos torrentosos, lagunas solitarias, precipicios cortantes y fértiles valles, enclaves de majestuosa belleza y colorido, que encierran en sí grandes riquezas en materias primas sin explotar.

Aquí comenzó el Padre su gran obra misionera. Su esfuerzo y empeño por la evangelización de este pueblo peruano fue incansable. Mediante la creación de hospitales, colegios, centros de atención integral y comedores, llevó el desarrollo integral a diversos puntos de la geografía peruana.

 

Nueva York

El P. Molina visitó por primera vez Nueva York el 17 de enero de 1978. Por ser considerada como la ciudad más importante del mundo a nivel económico y cultural, el Padre llevaba en el alma una ilusión: Hacer de esta gran metrópoli un puente de solidaridad entre lo que es más y lo que es menos, su amado Perú. 

Los neoyorkinos estuvieron a la altura que esperaba. Tanto aquí como en Miami se formó un grupo entusiasta que fue de gran ayuda para las misiones.

Lo que más le impresionó fue la soledad que captó en amplios sectores de la población hispana. Su enorme sensibilidad le hizo apreciar que muchos de aquellos pobres inmigrantes, que habían llegado a los Estados Unidos buscando una vida mejor, podían encontrarse, y muchos se encontraban de hecho, con otra pobreza “peor”. 
 

Puerto Rico

Puerto Rico o la Isla del Encanto, como se la conoce, es de esos lugares que cautivan por su naturaleza sorprendente, sus playas de ensueño, el pasado colonial del Viejo San Juan y, por supuesto, por la tierna imagen de la Virgen de la Providencia, patrona de los boricuas.

A este país llegó el P. Molina por primera vez el 27 de agosto de 1978. Al año siguiente hizo una gira, presentando su obra. Fue tal la acogida, que pudo formar desde el primer momento un grupo estable y comprometido con las misiones.

Sin duda, con el correr de los años, Puerto Rico significará mucho para el P. Molina. Allí se erigirá el primer Santuario dedicado a Nuestra Señora del Encuentro con Dios. Y es que desde su primer contacto con este país, que materialmente no carecía de nada, el Padre quedó dolorosamente impactado por la rápida y avasalladora penetración de las Sectas protestantes que invadían la isla. La fe católica se iba perdiendo gradualmente. Con penetración sobrenatural, vio un único remedio eficaz: La Santísima Virgen, Mediadora Maternal de todas las gracias. Y concibió un gran proyecto: La construcción de CISAMA (Ciudad Santa María), ubicada en una finca espléndida situada en Orocovis, el corazón de la Isla.
 

Venezuela

El 1 de febrero de 1980 el P. Molina organizó su primera gira a Venezuela. Pudo palpar cómo se trataba de una nación de grandes riquezas naturales. Conformada por llanos, selvas, montañas, valles, ríos, lagos, desierto y las hermosas costas caribeñas, bien puede considerarse como el lugar donde Dios puso el jardín del Edén en la tierra.

Pero el Padre no era un simple turista. Tenía un alma sensible que veía más allá de todas estas maravillas naturales. Por eso captó también la inestable situación de una población marcada con grandes desequilibrios sociales.

La inseguridad, la desigualdad y la pobreza extrema en amplios sectores del país estaban a la orden del día. Era urgente hacer algo. El P. Molina levantó aquí dos grandes centros educativos y una escuela infantil en zonas muy conflictivas. También abrió comedores. 
 

República Dominicana

Santo Domingo, un país cálido, más todavía por su gente buena que por su sol tropical, recibió la visita del P. Molina por primera vez el 4 de octubre de 1980.

Y desde el primer momento quedó prendido, en su enorme compasión, por el triste panorama de tantos hogares dominicanos que vivían en condiciones de pobreza. Muchas familias arracimadas todas en un corral de vecinos, compartiendo una habitación por familia, que solía ser numerosa, sin servicios higiénicos, sin las mínimas condiciones básicas para el desarrollo de la vida familiar. El calor sofocante, los insectos, la carencia de agua, de luz, de una alimentación adecuada, le impresionaba dolorosamente. 

Los niños, esos simpáticos niños dominicanos, siempre sonrientes, siempre alegres, produjeron en él un dolor especial. Niños que vagaban por las calles sin acceso a la escuela, sin el cariño de sus padres que a veces ni conocían, niños expuestos a la prostitución y al vicio. Para ellos construyó el colegio “Nuestra Señora de la Altagracia” que, además de la educación, aseguraba su alimentación. 
 

Argentina

Argentina, tierra de mar, montaña, sierras, glaciares, sol y nieve. Era éste un país en el que el P. Molina hacía tiempo deseaba fundar. Le atraía mucho la capacidad y la inteligencia del pueblo argentino. Solo esperaba, como siempre, la señal de la Providencia. Y ésta llegó el 14 de marzo de 1981. 

El Padre ponía siempre sus ojos donde hubiera más necesidad. Por eso, la primera actividad que desarrolló en este país fue la atención de algunas villas miserias, esos asentamientos informales caracterizados por una densa proliferación de viviendas precarias.

 

Chile

Chile, un país original desde el punto de vista geográfico, con tan solo 200 km. de anchura y 4.300 de longitud. Sus habitantes se distinguen por su sentido de acogida, su buen corazón y su espíritu aventurero.

El P. Molina recibió de ellos el abrazo acogedor el 3 de febrero de 1984 y no se dejó ganar en generosidad. Sabiendo que La Pintana, en la década de los 90, era una de las comunas más peligrosas de Chile y que muchos de sus niños no tenían los medios para estudiar, levantó allí el Centro Educacional Católico “Didascalio Santa María” donde, en la actualidad, se dan también las especialidades de administración, atención de párvulos y construcciones metálicas. Del mismo modo, abrió comedores para la población más vulnerable.
 

Colombia

Colombia, un país situado en la región noroccidental de América del Sur, bordeado por el Mar Caribe y el Océano Pacífico. Muchas cosas caracterizan a los colombianos, entre esas, su piedad, la alegría, la calidez humana y las ganas de echar pa’lante. Pero, a su vez, se trata de un país sumamente sufrido por las plagas de la guerrilla y el narcotráfico.

El P. Molina llegó a Colombia por primera vez el 9 de febrero de 1984, precisamente en la década en que la guerrilla, movida en un principio por un afán de justicia social y de reparto de tierras, alcanzó su máxima virulencia siempre en ambientes campesinos. Sus afanes liberadores derivaron en el pillaje, por venganza y muchas veces para proveerse de medios de subsistencia; de suerte que los campesinos, en lugar de resultar redimidos por los guerrilleros, se vieron en tal situación de inseguridad, y privados de sus cosechas, que huyeron a bandadas a las grandes ciudades: Bogotá pasó en veinte años de tres a diez millones de habitantes, con la aparición de barrios marginales y miserables, fuente a su vez de delincuencia. En la ciudad de Medellín, la segunda más habitada del país después de Bogotá, tenía su centro de operaciones la organización criminal dedicada al narcotráfico, terrorismo entre otras actividades, denominada “Cartel de Medellín” siendo uno de los principales actores del conflicto armado colombiano en las décadas de 1980 y 1993. 

En estos lugares de extrema pobreza puso el P. Molina sus ojos para fundar el colegio “Nuestra Señora de la Esperanza” y el de “Hna. Josefina Serrano”, junto con otras obras de ayuda socio-asistencial. 

México

México tiene un especial imán sobre el corazón de todo católico. Su profunda religiosidad, su devoción a la Santísima Virgen bajo la advocación de Nuestra Señora de Guadalupe, su fidelidad a la Iglesia a costa, incluso, de tantos mártires, sus numerosos Santos y Fundadores, que tanto bien han hecho y siguen haciendo, son títulos que hacen privilegiada esta gran Nación.

El Padre llegó a México el 15 de noviembre de 1993 y empezó a trabajar en un área de las más marginadas de la Capital, la Colonia Bella Vista en Iztapalapa. Pertenecía a la jurisdicción de la parroquia de San Judas Tadeo. Allí, en colaboración con el párroco, se comenzó un proyecto de asistencia integral: catequesis para niños y adultos, preparación de matrimonios, clases de alfabetización, asistencia sanitaria, visita a los hogares, reparto de alimentos a las familias más pobres, etc.

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