Las distintas etapas de la vida y obra del P. Molina.
El P. Rodrigo Molina nació en Pravia (Asturias) el 23 de octubre de 1920. Una semana después fue bautizado en la Colegiata parroquial de Pravia, Santa María La Mayor. Los ojos de Nuestra Señora del Valle, Patrona de la Villa, le miraban con especial predilección. Desde aquel momento la vida del P. Molina estuvo protegida y guiada por la Señora. Ese día se encendía en el alma del pequeño Rodrigo una luz, la Luz de Dios. Eso fue sencilla y únicamente el P. Molina: Luz de Dios.
El P. Molina ocupó el cuarto lugar de nueve hermanos. Pertenecía a una familia acomodada y profundamente cristiana. Su padre, D. Rodrigo Molina Gil, era natural de Casares (Málaga). Estudió la carrera de Derecho y ejercía como notario en Pravia donde conoció a Dña. Rita Rodríguez, madre del P. Molina. Sus padres dejaron una profunda huella en su carácter. El marco natural, cultural y familiar forjarían el apóstol, el profeta, el sacerdote apasionado de Dios y del hombre que fue el P. Molina.
La educación primaria la realizó en el Colegio de San Luis de su pueblo natal que estaba regido por frailes. Rodrigo siempre fue un alumno aplicado y ejemplar. Ya desde niño se mostró serio, trabajador, tenaz y luchador.
Cuando contaba Rodrigo con unos siete u ocho años, su familia se trasladó a una nueva y más cómoda residencia en la céntrica plaza del Conde de Guadalhorce, también en Pravia. En este domicilio de tres plantas, la de abajo fue habilitada como notaría, y las dos superiores como vivienda.
El 3 de junio de 1928 hizo su Primera Comunión en la Colegiata Santa María la Mayor de Pravia. Tenía siete años. Ocho días después recibió también allí el sacramento de la Confirmación.
En 1931, el P. Molina empezó su primer año de bachillerato como interno en un colegio jesuita de Oviedo. A mediados de ese curso, el Gobierno Republicano decretó la expulsión de los jesuitas por lo que tuvo que volver a Pravia donde cursó también segundo y parte de tercero en el colegio de San Luis de sacerdotes. El cuarto lo realizó en el colegio jesuítico de Curía (Portugal). Los dos últimos años, en el Instituto Cardenal Cisneros donde los jesuitas enseñaban solapadamente bajo el título de academia dirigida por particulares. Preparándose para el ingreso en la Universidad, estalló el movimiento nacional el 18 de julio de 1936.
Dado que los hijos mayores ya serían pronto todos universitarios y que las principales Facultades solo estaban en Madrid, D. Rodrigo decidió el traslado de toda la familia a la capital de España. Instaló su nueva notaría en Colmenar Viejo y arrendó un gran piso en la madrileña calle de Serrano, en el antiguo número 57, junto al edificio del diario «ABC».
El P. Molina manifestó desde sus primeros años una profunda religiosidad. Permanecía de rodillas en oración largos ratos, imantado por Jesús Eucaristía. Sus hermanos lo recuerdan de una aplicación constante, una conducta intachable, una caridad generosa. Ya en 1934 comunicó a sus padres su firme decisión de ingresar en la Compañía de Jesús. Su padre, juzgando que todavía era muy joven, lo autorizó a hacerse jesuita, pero con la condición de que antes estudiara la carrera de Derecho.
Durante la Guerra Civil su familia, duramente perseguida, sufrió un descalabro económico. La necesidad obligó a Rodrigo a salir en bicicleta en busca de alimentos por diversos pueblos. La experiencia terrible de la guerra, con sus trágicas secuelas, el sufrimiento que experimentó, las escenas de dolor y de violencia que contemplaron sus ojos dejaron una huella imborrable en su alma. Desde entonces decidió consagrar su vida a aliviar el dolor de los demás.
El 8 de abril de 1939, a la semana de finalizar la Guerra, falleció D. Rodrigo en Madrid, en su hogar, rodeado de su esposa e hijos. Así lo consignó su hijo Rodrigo: «Las últimas revueltas comunistas, para las que la palabra horroroso no significa nada: matar, acuchillar y atormentar a toda persona honrada, amargan tanto a mi pobre padre que no pudiendo resistir más cae enfermo y muere al poco tiempo».
Acabada la contienda, Rodrigo ingresó en la Compañía de Jesús el 13 de septiembre de 1939 en Loyola. Tenía dieciocho años. Aproximadamente uno o dos meses después, se trasladaba a Madrid con todos los novicios de su Provincia de Toledo. Debido a los tres años de contienda, el noviciado y juniorado de la Provincia toledana, emplazado en Aranjuez, se hallaba en lamentable estado. Por ello, a la espera de su restauración, se instalaron en el colegio de Chamartín de la Rosa durante el curso 1939/40. El segundo año del noviciado ya pudieron comenzarlo en Aranjuez, donde se trasladaron a comienzos de noviembre de 1941.
Finalizado su noviciado, el 14 de septiembre de 1941 el Hno. Molina emitía sus primeros votos en el colegio de Aranjuez. Con esto se incorporaba al juniorado en esta misma residencia de Aranjuez. Durante este periodo destacó por sus virtudes y espíritu de oración. El P. Maruri, S.I., atestigua: «Yo siempre pensé que llegaría a esa santidad que vimos. Ya desde el noviciado sobresalía por su fervor».
El P. Molina realizó sus estudios clásicos y humanísticos (1941-1945) en el Centro Superior de Humanidades de la Compañía de Jesús en Aranjuez, provincia de Madrid, siendo rector el P. Ramón Moreno Miranzo.
De 1945 a 1948 cursó el filosofado en la madrileña Facultad de Filosofía que los jesuitas tenían en Chamartín de la Rosa. Culminó estos estudios licenciándose con la calificación cum laude probatus.
El 10 de julio de 1948 el P. Molina recibió la primera tonsura y un día después, las órdenes menores de ostiario, lector, exorcista y acólito.
Los jesuitas en formación realizaban dos o tres años de docencia o prácticas apostólicas. El P. Molina ejerció este periodo de magisterio en el Colegio de San José en Villafranca de los Barros (Badajoz) durante los años 1948 al 1951.
De 1951 a 1955 hizo su Licenciatura en Teología en el Colegio Máximo del Sagrado Corazón de la Compañía de Jesús de Granada. Volvió a obtener la calificación final cum laude probatus.
Finalizados sus estudios eclesiásticos, sus Superiores lo trasladaron a La Ventilla para ayudar al P. Marín en la Parroquia de San Francisco Javier. En esta barriada paupérrima, del Madrid de entonces, permaneció un año ejerciendo la caridad en el servicio a los más pobres.
El 13 de julio de 1956 recibió el Sagrado Orden del Presbiterado. El Excmo. y Rvdmo. Sr. D. Luis Alonso Muñoyerro —Arzobispo de Sión y Vicario General Castrense— le imponía las manos en la Iglesia de San Francisco de Borja. Celebró su primera Santa Misa en El Pozo del Tío Raimundo, por ser en aquel tiempo la barriada más pobre de Madrid.
Una vez ordenado sacerdote, su primera labor apostólica y docente la desempeñó en una pedanía de Murcia (Guadalupe). La minúscula escuela (apenas cincuenta alumnos) que le fue encomendada, la transformará en un magnífico centro, ubicado en Alcantarilla, con más de mil alumnos. Estos, en su mayoría, eran de las zonas más pobres de la Huerta murciana y de otros pueblos humildes de la Región. El Padre Molina fue a buscarlos. Su empeño: darles una sólida formación integral, la educación en todas sus facetas, incluyendo, por supuesto, la religión.
El P. Molina realizó su Tercera probación en la misma residencia murciana de Los Jerónimos. La Tercera probación consistía en un año en el que el sacerdote jesuita, como si volviese al noviciado, dejando otros apostolados primarios, se ejercitaba en las virtudes, en la oración y en el estudio. Finalizado el terceronado, volvía a ser designado Director de la escuela en septiembre de 1958.
El 2 de febrero de 1962, el Padre Molina quedó definitivamente incorporado a la Compañía al emitir sus Últimos Votos. Los hizo en Murcia, en la magnífica Iglesia del Monasterio de Los Jerónimos.
En muy poco tiempo, en jornadas que supusieron casi batir un “récord”, se alzaron las edificaciones del gran Centro Educativo de Alcantarilla. Tres grandes edificios de 1.200 m2 cada uno, modernos, funcionales y luminosos. Desde setenta pueblos, de 50 Km. a la redonda, seis autobuses y un microbús trasladaban diariamente a los alumnos que pasaban del millar. Este fue el gran logro material del P. Molina en Murcia.
Lo que le movió a realizar esta obra social fue la necesidad de abaratar el coste de la construcción del Centro Educativo de Alcantarilla. El Estado le subvencionó el 60% de los costos, pero no era suficiente. Entonces, hizo quitar las aceras, la parte metálica y la mano de obra. Montó un taller de cerrajería, un taller de losas y terrazo y una fábrica de bloques. Para la mano de obra estableció unos cursos de Promoción Profesional Obrera, a cargo del Ministerio, que eran destinados a trabajadores en paro. El Estado era quien pagaba este curso práctico a los obreros. Así fue cómo nacieron las cooperativas obreras de San Isidro de Albatera, la de Fenazar y la de Ricote.
El espíritu religioso y social que el P. Molina quería inculcar en ellas lo consignó en el periódico La Verdad de Murcia el 28 de agosto de 1966:
«Es una manera justa de obrar en favor de los pobres. La limosna no es sistema. Hay que darles trabajo y enseñarles a hacerlo. Que tengan su dinero por justicia, porque lo ganan, no porque se lo dan de limosna. Esta es la verdadera caridad. Por otro lado, el Sureste español está creciendo. Se puede evitar la emigración a la vez que abrimos nuevos caminos económicos a la región. Si esta promoción económica se logra al amparo de la Iglesia, no cabe duda que estos hombres mirarán a la Iglesia con agradecimiento de auténticos hijos».
El 4 de diciembre de 1966 el P. Molina marchó a Cuzco con el deseo de emplear su vida en el servicio de los más pobres. Fue nombrado secretario personal del Sr. Arzobispo del Cuzco, Mons. Ricardo Durand, S.I., y Director General de Promoción y Desarrollo Indígena.
El 10 de febrero de 1968 viajaba a Perú el primer matrimonio misionero de Prodesa, José Cruz Vicente Letamendía y Rosa María Urra Zarqueta. Gracias a su ayuda, el P. Molina fundó el 1 de abril de 1968 un taller-escuela de mecanizado de acero en Cuzco. La producción estaba dirigida a solucionar las primordiales necesidades del pueblo del Cuzco.
En 1974, este taller-escuela recibió la aprobación oficial del Estado con la figura de “Taller de capacitación técnica”. Pasó luego a tener el rango de “Centro de Educación Ocupacional” y, por último, el actual de “Instituto Superior Tecnológico” con el nombre de “Cristo Rey”.
El 26 de marzo de 1967 se promulgó la Encíclica Populorum Progressio de Pablo VI que confirmaba la obra de promoción integral que el P. Molina deseaba emprender en Cuzco. El Papa recordaba la trágica situación del mundo actual: los ricos son más ricos y los pobres más pobres. Algo que debía avergonzar a los cristianos. Era necesario e inaplazable hacer algo. El P. Molina, haciendo eco a este llamamiento del Papa, funda Prodesa.
El 16 de abril de 1969 se firma la escritura de la “Asociación Benéfico-Cristiana Promotora de Desarrollo A.B.C. PRODESA” en Cuzco. En ella se reconocía a Mons. Ricardo Durand como miembro protector y al P. Molina como miembro gestor, fundador y asesor espiritual de A.B.C. PRODESA. En 1971, se cambió el nombre por PRODEIN (Promotora de Desarrollo Integral).
Nació en Caracenilla (Cuenca, España) el 27 de mayo de 1948. A los 20 años conoció al P. Rodrigo Molina, quien acababa de incoar, en el Cuzco (Perú), lo que hoy es PRODEIN.
Fue ejemplo de sencillez abnegada, olvido de sí… Obra suya es el Hospital para los quechuas desheredados que tantas vidas ha salvado.
Después de tres años de desgarradora enfermedad, su alma preciosa salió al encuentro de Dios el 5 de octubre de 1999.
Para que le ayudara en la propaganda de Prodesa durante tres meses, llamó a José Cruz a España. El 9 de agosto de 1970 tomaba el avión con su esposa e hijos. Pero he aquí que José Cruz de Vicente Letamendía, el más firme apoyo del Padre en el Cuzco y máximo responsable del taller, el fervoroso misionero seglar que todo lo había entregado por Cristo, iba a ser víctima con su esposa e hijos del accidente aéreo que se produjo apenas remontado el vuelo.
El 3 de marzo de 1971, el P. Molina se entrevistó con Mª Dolores Gibert, Presidenta de la Campaña contra el Hambre en España. Gracias a su ayuda, se pudo iniciar una gran obra de promoción social en Acopía, pueblo de la sierra andina y cabeza de distrito de otras ocho comunidades más pequeñas, todas ellas sumidas en la miseria más inconcebible.
El 30 de noviembre de 1972 el P. Alcalá del Olmo, S.I., extendía un documento en el que certificaba que el P. Molina pertenecía a la Comisión Nacional de Ejercicios Espirituales de la Compañía de Jesús. Durante dos años, el Padre se dedicará principalmente a dar tandas de Ejercicios en todas las provincias españolas. Con sus innumerables conferencias quiso dar sentido a la existencia de tantas vidas humanas a fin de que fuesen sal del mundo, su luz, su ejemplo.
Era ésta la obra social más querida y deseada por el P. Molina. Le daba compasión ver cómo tantos pobres campesinos vagabundeaban errantes por el Cuzco durante el día y por la noche se les veía hacinados durmiendo a la intemperie.
En 24 de octubre de 1969 escribía a su prima: «Yendo de la sede de Prodesa al Arzobispado por la noche me encontré, como hay muchos, con un matrimonio indio durmiendo en unos soportales (como los de la Plaza Mayor de Madrid). Les pregunté de dónde eran. Me dijeron que de Paucartambo, un pueblo a unos cien o más Km. de Cuzco. Su miseria era extrema, al menos las apariencias. Quise introducirlos en un bar próximo para darles algo, porque, como siempre, están con mucha hambre atrasada. Por vergüenza no se atrevieron. Llevan consigo un complejo de inferioridad inconmensurable. Entonces entré solo. Les compré unos alimentos y se los di. Luego, fui a la casa, cogí una manta (aquí llaman frazada) y se la di para que no pasaran la noche sin abrigo».
Esta Casa, que al principio estuvo en la calle Nueva Baja, ahora ha pasado a ser el Hospital “Hna. Josefina Serrano” situado en la C/ San Andrés, 321.
Desde el primer instante que el P. Molina tuvo contacto con el pueblecito de Acopía, quedó impactado por la suma pobreza en que estaban sumidos sus habitantes y no descansó hasta que pudo solucionarles sus necesidades más básicas. Así en 1974, tuvo la satisfacción de ver cómo se abría un comedor gratuito, especialmente para los niños y ancianos pobres, una guardería y una posta sanitaria que, unos años más tarde, se convertiría en una espaciosa clínica.
El 16 de junio de 1975. Mons. Laureano Castán Lacoma aprobó, de palabra, un “Centro de estudios” destinado para la formación de los futuros sacerdotes de la obra misionera del P. Molina. El P. Molina, antes de fallecer, llegó a dar a la Iglesia sesenta y ocho presbíteros en XIX promociones sacerdotales.
El pueblo joven “Néstor Gambetta”, barrio portuario ubicado a orillas del Río Rímac, había surgido por la invasión de miles de pobladores sobre un basural del Callao (Lima). La miseria y falta de todo tipo de recursos, unida a la inexistencia de alcantarillados, agua corriente o luz, hacían estragos. Por otra parte, tanta indigencia, convertía a este barrio marginado en la zona más peligrosa, conflictiva y corrupta del Callao donde ni siquiera la policía se atrevía a meterse. Además, no existía parroquia o capilla alguna que asistiese religiosamente a sus habitantes.
En 1977, Mons. Durand, Obispo del Callao, ofrecía al P. Molina esta porción de su rebaño. Ésta será la primera de las fundaciones audaces que emprenderá según la pauta que él daba: «El Evangelio necesita riesgo».
Los progresos que se realizaron transformaron el suburbio en un verdadero barrio de ciudad. Gambetta llegó a ser una colmena de obras de toda clase: guardería, talleres, posta médica, farmacia, comedor, Centro de Educación Ocupacional… Todo ello centrado en la Eucaristía cuya presencia se haría perpetua en la Capilla que él levantó.
En 1978, el P. Molina rebasa ya las fronteras de España y de Perú. Comienza su actividad en Nueva York y Miami. Un año después, funda su obra misionera en Puerto Rico. En 1980, Venezuela y República Dominicana reciben el abrazo acogedor del Padre que se vuelca en obras de misericordia. En 1981, le llega su turno a Argentina, un país emprendedor que supo aprovecharse de las grandes iniciativas del Padre. Por último, en 1984, el Padre funda en Chile y Colombia. Después deja su actividad fundacional, exceptuando la que hará en 1993 en México, y se dedicará a consolidar su Obra misionera en estos países.
En todas estas naciones fundará nuevas sedes, capillas, centros de estudio y espiritualidad; parroquias, guarderías, colegios, talleres, comedores, centros de salud, estudios de radio, imprentas, librerías... Y todo esto para contribuir a que la tierra toda quedara colmada de la gloria de Dios. Por eso y para eso se desgastó procurando el desarrollo material y espiritual de los pueblos.
En 1981, el P. Molina bendijo una librería religiosa ubicada en 2315 Bergenline. Ave. Union City, Nueva Jersey (EE.UU.). Será la primera de una larga cadena de Librerías Testimonio de Autores Católicos Escogidos distribuidas en diversas ciudades de España y América con un empeño misionero más que comercial. A la muerte del P. Molina, se contaba ya con 27 librerías.
Santo Domingo, un país cálido, más todavía por su gente buena que por su sol tropical, fue muchas veces visitado por el P. Molina. Y desde el primer momento quedó prendido, en su enorme compasión, por el triste panorama de tantos hogares dominicanos que vivían en condiciones de pobreza. Los niños produjeron en él un dolor especial. Vagaban por las calles sin acceso a la escuela, sin el cariño de sus padres, que a veces ni conocían, expuestos a la prostitución y al vicio. Para ellos inauguró el 4 de febrero de 1985 una guardería que, con los años, pasó a ser el colegio Nuestra Señora de la Altagracia.
En agosto de 1986, el arzobispo de Valencia confió al P. Molina la parroquia “Ntra. Sra. del Carmen y San Luis Gonzaga”, en Central Tacarigua. Era una zona eminentemente rural y muy pobre. La iglesia estaba abandona desde hacía varios años. Se procedió a restaurar todo para atraer de nuevo a los fieles. El ambiente religioso era frío, agravado por la proliferación de las sectas.
En enero de 1987, el P. Molina abrió la escuela “María, Virgen Misionera”, con veinticinco niñas de primer grado. Este colegio fue creciendo hasta culminar en un gran complejo educativo con bachillerato completo y formación profesional.
En 1987, el Sr. Arzobispo de Arequipa pidió al P. Molina que se hiciera cargo del Santuario del Señor de los Milagros que queda en uno de los distritos más pobres de la ciudad. Antes de tomar una decisión, el Padre quiso ir al Santuario de Nuestra Señora de Chapi, Patrona de Arequipa, para pedirle la gracia de conocer cuál era la voluntad de Dios. De allí salió determinado a aceptar el ofrecimiento. Un año después fundó en la misma parroquia el Inicial “Santa María, Virgen Misionera”, hoy colegio “San José Obrero”.
El 7 de febrero de 1989 tuvo lugar la bendición de un gran complejo parroquial en Huancaro (Cuzco) que constaba de un templo, el colegio “San José Obrero” y viviendas para las familias misioneras.
Esta escuela “San José Obrero” se inició en 1983 con la primaria en un cuarto de la casa parroquial donde se aglutinaban grupos de niños de diferentes edades. Porque el Padre, fiel a su consigna de «aquí no hay, aquí va a haber» o «hagamos nacer a la criatura y ya crecerá», no esperaba a tener una infraestructura apta para comenzar, le bastaba ver la necesidad del prójimo. Su fe nunca se vio defraudada. Hoy este colegio abarca inicial, primaria, secundaria y formación profesional con cerca de mil alumnos.
El 13 de septiembre de 1989 el P. Molina cumplía sus Bodas de Oro como religioso en la Compañía. Se sentía feliz y orgulloso por ello. Quiso celebrarlo entre sus hermanos jesuitas y también con sus hijos espirituales en una ceremonia íntima que tuvo lugar en Tarancón (Cuenca).
Entre las felicitaciones que recibió, destacamos la del Prepósito General de la Compañía de Jesús, P. Peter-Hans Kolvenbach: «Dentro de algunos días celebra Vd. sus cincuenta años en la Compañía de Jesús y quiero hacerle llegar mi sincera felicitación en esta señalada celebración y unirme a su acción de gracias al Señor por los beneficios recibidos de su mano a lo largo de todo este tiempo y por todo el bien que, con la gracia de Dios, ha realizado. Hay una nota fundamental en el conjunto de su vida: la entrega sin reservas a las empresas en las que ha visto la voluntad de Dios, en favor de las necesidades más urgentes. Los años dedicados a las Escuelas de San Jerónimo en el Monasterio de Guadalupe de Murcia y a la promoción de su nueva Sede en Alcantarilla son buen testimonio de ello. Más tarde la Obra Social que comienza en el Cuzco, Perú, “Prodein”, “Promotora de Desarrollo Integral”, y que se extiende ya por otras zonas y naciones de América. Uniéndome, pues, a su acción de gracias al Señor, le ofrezco, de acuerdo con una tradicional costumbre en la Compañía, nacida a impulso del amor mutuo que en ella se vive, cincuenta Misas, que Vd. podrá aplicar por sus intenciones preferidas. Roma, 19 de agosto de 1989».
Uno de los más caros anhelos del P. Molina era el de acercar a todos los hombres el mensaje de salvación a través de los medios que ofrecía la técnica moderna: prensa, radio y televisión.
De este modo, formó en Barcelona un equipo de redacción y maquetación que, en 1990, lanzó su primera publicación mensual, el boletín “Unión Amigos de las Misiones”. Dos años después, se empezó a editar la revista infantil “El Benjamín”, de formación catequética y cultural. En 1996 nació la Prensa Dominical con una tirada semanal. En 1999, el P. Molina instalaba su primera imprenta en Chile.
En 1994 se produjeron los primeros programas de radio en Barcelona gracias a la colaboración de D. Federico Gallo, abogado y célebre locutor de Radio Nacional de España. Pronto se pudo contar en la misma sede de Barcelona con un estudio propio en óptimas condiciones.
Al presente, la Fundación NSE, que es la que ha recogido este legado del P. Molina, cuenta también con productoras y canales propios de TV. Con estudios en Argentina, Colombia, Chile, España, EEUU, México, Perú, Puerto Rico y Venezuela, NSE trabaja en la producción y difusión de medios de comunicación al servicio del Evangelio en total fidelidad a la Iglesia Católica.
En 1991, el P. Molina fundó el Instituto Superior Tecnológico de Enfermería en Cuzco. Su objetivo principal era capacitar a las jóvenes nativas como promotoras de salud para que, una vez finalizados sus estudios, pudieran instalarse en sus comunidades de origen donde no acudía nunca un médico y rara vez una enfermera titulada. Las prácticas las realizaban en el propio centro médico de la misión.
El P. Molina, siempre que quería llevar el desarrollo a alguna región, solía comenzar por el área de la educación. La Pintana en la década de los 90 era una de las comunas más peligrosas de Chile. Los niños procedían, por lo general, de familias rotas y de muy bajos recursos económicos. Niños que casi nunca habían oído hablar de Dios y sí de mentiras, robos y malos tratos. Era urgente darles una educación integral.
El 4 mayo de 1992 Mons. Orozimbo Fuenzalida y Funezalida, obispo de San Bernardo, inauguró el colegio. Lo que ahora es un Centro Educativo bien equiparado con más de 800 alumnos, empezó siendo un preescolar con 42 niños en una vieja casona. Pero con el tiempo las ayudas fueron llegando y cada año se fue ampliando un curso más. En julio de 1993 se inauguraron los talleres de Formación Profesional, eran los primeros que existían en la comuna de la Pintana.
La “Fundación Raiola” fue instituida por Dña. Carmen Losada Trulock para atender a los niños maltratados o abandonados. Su deseo era que la llevaran personas consagradas, por eso habló con el P. Molina que dio su consentimiento. En el año 1993 se estableció allí una comunidad de Hermanas.
El establecimiento contaba con veintiocho niños, desde recién nacidos hasta los cinco años. Eran enviados por el Juzgado de Menores. Se llamaba Raiola, que en gallego quiere decir “Rayito de sol”.
Sin embargo este apostolado se tuvo que dejar. Fue entonces cuando el P. Molina juzgó que lo mejor era convertir la “Fundación Raiola” en lo que ahora es, una guardería. Con la aprobación de Dña. Carmen Losada Trulock, ésta se abrió en el año 2002.
La “Fundación Raiola” fue instituida por Dña. Carmen Losada Trulock para atender a los niños maltratados o abandonados. Su deseo era que la llevaran personas consagradas, por eso habló con el P. Molina que dio su consentimiento. En el año 1993 se estableció allí una comunidad de Hermanas. El establecimiento contaba con veintiocho niños, desde recién nacidos hasta los cinco años. Eran enviados por el Juzgado de Menores. Se llamaba Raiola, que en gallego quiere decir “Rayito de sol”.
Sin embargo este apostolado se tuvo que dejar. Fue entonces cuando el P. Molina juzgó que lo mejor era convertir la “Fundación Raiola” en lo que ahora es, una guardería. Con la aprobación de Dña. Carmen Losada Trulock, ésta se abrió en el año 2002.
Para el P. Molina las personas mayores tenían un puesto preferencial. Él deseaba inculcar en sus corazones la esperanza cristiana capaz de dar a su dolor y soledad un sentido sobrenatural. El 8 de septiembre de 1994, gracias a la generosa donación de D. José Antonio Calderón, Conde de Carasola, el P. Molina abrió una residencia de ancianos en una finca de 14 hectáreas ubicada en Trujillo, Cáceres.
Ésta no fue la única asistencia social que el P. Molina realizó en España. Además de otras dos residencias de ancianos que se llegaron a tener en Barcelona y en Cuenca, el P. Molina influyó mucho en la vida de las personas en situación de marginación (inmigrantes, familias con pensiones bajas por invalidez, transeúntes, enfermos…). Para ellas abrió una oficina en Madrid y otra en Barcelona con el fin de ofrecerles alimentos, ropa, productos de aseo, etc. En la actualidad, más de 2.500 personas son atendidas anualmente.
Este colegio comenzó en el año 1992 por instancias del pueblo y de las autoridades locales. Al principio se daban las clases a los niños en unas chozas sin luz. Para poder ver, había que dejar la puerta abierta a una temperatura de varios grados bajo cero. Enseguida se puso en marcha la construcción de seis aulas que se inauguraron en el año 1995. Los padres de los alumnos asumieron gran parte de la mano de obra en la construcción definitiva del colegio. El 20 de julio tuvo lugar la bendición del colegio por Mons. Alcides Mendoza Castro, arzobispo de Cuzco.
Esta decisión fue el término de un largo proceso de reflexión, oración y asesoramiento para buscar y hallar la voluntad divina por parte del P. Molina en discernimiento con sus Superiores jesuitas. El desarrollo de su obra misionera, que exigía la presencia del P. Molina en la Asociación, y el haber establecido los jesuitas en su Congregación General nº 34, en la norma complementaria nº 237: “No tomar a cuidado sociedades de vida apostólica, u otras asociaciones similares, ni dirigirlas ni mezclarse en sus asuntos”, hicieron imposible la pertenencia a la Compañía compaginada con la entrega a Prodein.
Esto no era nuevo en la Historia de la Iglesia. Por ejemplo, con parecido proceso de discernimiento, la Madre Teresa de Calcuta dejó las Religiosas de Loreto para fundar las Misioneras de la Caridad; San Pedro Julián Eymard dejó los Maristas para fundar los Sacramentinos; Sor Lucía de Fátima salió de las Doroteas para entrar en las Carmelitas Descalzas, y así otros casos.
El P. Molina a sus setenta y seis años, muy trabajados y mortificados por su impresionante ritmo de trabajo, sus rigurosos ayunos y una vida nada regalada, seguía gozando de una salud fuera de lo común. No se advertía el paso de los años hasta que unas fiebres persistentes fueron el primer anuncio de un cáncer mortal. El 30 de diciembre de 1996 fue intervenido quirúrgicamente. Una vez recuperado de la cirugía, siguió trabajando hasta el fin. No guardaría cama hasta tres días antes de morir.
Resulta sorprendente constatar los innumerables viajes que realizó durante sus últimos cinco años de vida, estando ya enfermo: en treinta y dos ocasiones visitó los países de América, trece veces se desplazó por los de Europa y sus correrías por España fueron incontables. Era raro que residiera una semana en un mismo lugar. Donde hubiera Ejercicios que predicar, problemas que resolver, almas que necesitaran de su dirección espiritual… allá iba sin escatimar tiempo ni fuerzas. No prestaba a su salud sino una atención mínima, la suficiente para seguir sirviendo a Cristo en sus hermanos.
Con el deseo de ofrecer un alimento sano y nutritivo a la paupérrima alimentación de los campesinos, dado que en Cuzco apenas se encontraba leche pasteurizada en el mercado, el Padre Molina decidió construir una Planta Lechera. Para este fin, el 16 de septiembre de 1996 compró un terreno en Yucay, en el Valle Sagrado de los Incas. Se consiguió la maquinaria necesaria, financiada por el ayuntamiento de Madrid y la diputación de Barcelona, y el 15 de noviembre de 1997 se inauguró oficialmente.
El 5 de octubre de 1999, después de luchar tres años contra un dolorosísimo cáncer, la Hna. Josefina entregaba su alma al Señor colmada de méritos y de virtudes. El dolor del P. Molina fue desgarrador. Fallecía la que había compartido con él los dolores y las alegrías del nacimiento de su Obra.
El 15 de febrero de 1999, sin culminar la obra, como era costumbre en el P. Molina, se comenzó un preescolar en Santa Viviana, una de las zonas más pobres de Ciudad Bolívar. Aquí el déficit escolar afectaba a más del 40% de la población infantil. Lo pudo comprobar el mismo P. Molina. Un día se acercó a unos niños que jugaban en el fango de las calles y les preguntó: «¿Qué día es hoy?». Los niños no supieron responderle. Entonces dijo: «Aquí es donde debemos construir el colegio, aquí es donde hay más pobreza».
El 24 de noviembre de 2000 se inauguró el gran complejo escolar CISAMA-PETARE con capacidad para mil doscientos alumnos. Celebró la Santa Misa el obispo de Caracas, Sr. Cardenal Ignacio Antonio Velasco, que quedó gratamente impresionado y llegó a afirmar que «Prodein, sin hacer ruido, hace obras grandes».
El 20 de mayo de 2000 el P. Molina tuvo la satisfacción de asistir a la bendición del primer santuario del mundo que se había construido en honor a Nuestra Señora del Encuentro con Dios. La ceremonia fue presidida por Mons. Ricardo Suriñach, Obispo Auxiliar de Ponce.
El Pinal era uno de los muchos barrios pobres formados, en su mayoría, por familias desplazadas por la guerrilla. El P. Molina lo visitó por primera el 12 de abril 1998. Quedó impresionado por lo que vio y lo que le contaron. Allí el ambiente de violencia e inseguridad era el pan de cada día. Lo más normal era ver cadáveres en la ruta. Hombres y mujeres muertos por balas criminales a la orilla del camino ofrecían un espectáculo aterrador. Y allí se metió el P. Molina porque había que hacer un colegio para estos niños que se encontraban postrados en la mayor pobreza y desesperación. Muchos fueron los trabajos y sufrimientos que tuvo que afrontar hasta que lo vio hacerse realidad. El 19 de febrero de 2001 se inauguraba este colegio en su primera fase de preescolar con cerca de cien niños.
El 21 de julio de 2001 el P. Molina fue intervenido por segunda vez en la Clínica Universitaria de Pamplona. El Padre afrontó con paz la noticia de que iba a morir pronto. El 13 de mayo de 1994 había escrito en su testamento vital: «Considero que la vida es el don fundamental máximo de Dios a mí, en el cual soy capaz de Dios que es el BIEN SUPREMO, TODO EL BIEN y que encierra en sí la plenitud del BIEN. Sé que la muerte es inevitable y pone fin a mi existencia terrena, pero desde la fe creo que me abre el camino a la vida verdadera, la eterna, la que reúne todos los coeficientes de felicidad, junto a Dios, con Dios y en Dios».
El P. Molina falleció santamente en la Clínica Ruber de Madrid el 28 de abril de 2002. Plenamente consciente, había recibido los Sacramentos de la Penitencia, Santa Unción y Viático. Fue enterrado al día siguiente en el cementerio de la Vera-Cruz de Trujillo (Cáceres) junto a la Hna. Josefina Serrano. En el periodo de treinta y cinco años, las obras que el P. Molina comenzó humildemente se habían desarrollado y tomado cuerpo y había sentado las bases de una nueva familia misionera: la Fundación Prodein.
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